Al hacernos conscientes, podemos asumir nuestra realidad personal y escoger el camino. Aquí viene la decisión, expresión de nuestra libertad. Tiene una cara dolorosa: cuando yo escojo un camino, me corto de los otros. Tiene también una cara alegre: escojo lo que veo como el más conveniente para mi vida, es decir soy libre de hacerlo.
Existen pequeñas decisiones. Se van dando sin descanso, y casi sin darnos cuenta. Vista cada una aislada del proceso, parecen no tener gran trascendencia. Son pequeños giros al timón en medio de un viaje largo. Pero el secreto está en que deben ser vistas como las grandes decisiones que son las que marcan el rumbo de la vida. Porque dentro de las decisiones grandes las pequeñas van manteniendo fijo el rumbo, en medio de todas las corrientes que chocan contra el barco y pretenden adueñarse de su destino.
Unas decisiones son hacia fuera mientras que otras son hacia dentro, las dos son necesarias. Yo puedo escoger los pensamientos y sentimientos que me construyen. Las decisiones solo tienen un peso, cuando son confirmadas por Dios como voluntad suya, porque entran dentro de un proyecto Divino.